Gestión de lo inesperado: Un viaje turbulento

Gestión de lo inesperado;

Cuando me tocó escribir este post sobre gestión del contexto, no sabía muy bien por dónde empezar, tenía que relacionarlo con las vacaciones, algo más “fresquito” para esta época estival. La verdad es que no se me ocurría nada sobre lo que hablar y acabé haciendo un post de lo más aburrido y denso. Y de pronto navegando por internet me vino la inspiración.

Os voy a contar una anécdota de mi anterior verano en la que tuve que hacer frente a muchas situaciones, gestión del contexto, gestión de lo inesperado, gestión de las emociones, gestión del riesgo y la incertidumbre….en fin, un variadito muy curioso para el primer día de vacaciones.

gestión de lo inesperadoEra el segundo año que viajaba a Asia, esta vez el viaje era para conocer Myanmar y Vietnam. Mi vuelo llegaba a Kuala Lumpur y al día siguiente cogía otro para llegar a Myanmar. Pues bien, estaba en la cola de la puerta de embarque, emocionada por partir a la nueva aventura, cuando la azafata de la entrada me hace la fatídica pregunta: “¿Tiene el visado?” Os podéis imaginar mi cara de sorpresa ante la pregunta, pues, no me digáis por qué, había mirado el tema de visados de todos los países, menos de este…

Tras un rato de lucha para poder subir a ese avión que me llevaría a mi destino, finalmente no me dejaron subir y me quedé en tierra. En ese momento tenía una mezcla de sentimientos y emociones, rabia, frustración, angustia, tristeza, cabreo….era un torbellino de sensaciones.

Después de unos minutos de asimilar que me había quedado en tierra, respiré hondo y mé organicé, tenía que tomar decisiones, la primera que me vino a la cabeza fue ir a la Embajada de Myanmar en Kuala Lumpur para tramitar el visado lo más rápido posible.

Hacia allá que partí, y una vez que llegué al lugar, me abofeteó de lleno el segundo suceso inesperado. Era sábado, por lo que la Embajada estaba cerrada, y obviamente no abría hasta el lunes. Os podéis imaginar lo que esto suponía para mi itinerario, pérdida de hoteles, pérdida de vuelos, de autobuses, y por tanto una pérdida económica importante, por no hablar del trastorno de tener que cambiar el rumbo con todo ya planificado.

Mi siguiente toma de decisiones fue entender el contexto que allí se me planteaba, solo había un agente de seguridad custodiando la entrada y gracias a este buen hombre, que fue una especie de salvador, empezó la resolución.

Llamó varias veces a su responsable, que era la persona encargada de firmar los visados, pero no cogía el teléfono. Me dijo que me marchara y que cuando tuviera noticias me volvería a llamar. En ese momento, estudié todas las opciones y consideré que vista la situación lo mejor era quedarse allí y esperar, total, no tenía a donde ir. Esta fue una de las mejores decisiones que tomé. Al poco rato aparecieron por allí unos 4 o 5 chicos que se pusieron a limpiar el tejado de la Embajada, y empecé a hablar con ellos sobre mi error y cómo podía solucionarlo.

De pronto llamó el responsable, me puse a hablar con él por teléfono, con el mejor inglés del que podíamos hacer gala los dos, y por mi parte con la mayor pena que pudiera hacerle sentir hacia mí. En ese momento me dijo que era imposible que nos abrieran, porque sus empleados se iban a otra ciudad esa misma mañana.

En ese punto yo estaba en un estado de ansiedad bastante evidente que he de reconocer que me costó gestionar, porque veía todos mis sueños de ese verano rotos, por un error personal.

Pocos minutos más tarde, por casualidad (o en este caso creo que es más bien por causalidad) uno de los chicos me dijo que pasara, que me hacía el visado. Resulta que los empleados que se iban a otra ciudad eran esos mismos chicos que estaban limpiando el techo antes de irse (allí son muy polivalentes) y el supervisor les había autorizado a hacerme el visado.

Una vez hecho me dijeron que tenía que ir a la casa del supervisor a que éste me lo firmara, valorando los riesgos de la situación, me pareció que era lo mejor.

Tras la firma, me pidieron un taxi que me llevó directo al aeropuerto donde tuve la suerte de coger otro vuelo para esa misma tarde. Una vez que me senté en el avión, un montón de pensamientos me invadieron. Cómo había sido capaz de gestionar un suceso tan inesperado como ese, en un contexto desconocido, valorando los riesgos, y por supuesto gestionando la bocanada de emociones que durante el día me rodearon y aun conseguir tomar decisiones de calidad.

El ser humano saca fuerzas y hace uso de estrategias y habilidades que muchas veces desconoce, ya sea por supervivencia o por necesidad. Todos gracias a nuestras experiencias y conocimientos previos vamos creando esquemas mentales que en el futuro nos ayudan a gestionar todas estas esferas necesarias ante situaciones novedosas. Por eso hay que trabajar para desarrollarlas de manera positiva, ya que nunca sabemos cuándo tendremos que hacer uso de ellas.

Así que ya sabéis, si aún no os habéis ido de vacaciones, tened en cuenta todos los preparativos necesarios si no queréis tener que enfrentaros a todo esto en mitad del viaje.

¡Feliz verano!