¿Cómo responde tu cerebro ante un cambio?

Se está acabando el mes de agosto, seguramente ya hayas disfrutado de tus preciadas vacaciones o estés aprovechando los últimos días. En mi caso, a diferencia de otros veranos, he tenido la oportunidad de disfrutar en cuatro lugares diferentes con distintos grupos de personas: familia, amigos, pareja, desconocidos que ahora son amigos… Las líneas que te escribo hoy son fruto de la reflexión que hice volviendo a mi casa tras acabar mis movidas vacaciones.

No sé si te has parado a pensarlo, pero seguramente en cierta medida te pase lo mismo que a mí, en función de si estás en un entorno u otro, modificas tu forma de vivir el día, la hora a la que comes, el tipo de actividades que realizas, al fin y al cabo, adaptas tus comportamientos.

Por ejemplo, en mi caso, me levantaba más temprano cuando estaba con mi familia que con mis amigos; con mi familia daba paseos por diferentes parajes, en cambio con mis amigos hacía actividades deportivas; en cuanto a mi alimentación, también ocurrían diferencias, comiendo comida menos elaborada con los amigos, aunque supiéramos cocinar… y estos son sólo unos pocos ejemplos.

De la misma forma, a la hora de relacionarme con gente de otro país, desconocida completamente, mis comportamientos fueron diferentes, tiendes a ser más precavido intentando no cometer ningún error cultural. Además, las horas de las comidas también son diferentes… Lo curioso es que este cambio se lleva a cabo de un día para otro.

Al final, en tres semanas, mi cerebro se adaptó a diferentes contextos, y con una facilidad increíble, parece que estos cambios tan repentinos, ni siquiera los sientes como cambios, y afrontas el día sin pararte a pensar en ello.

Y claro, me surgió la duda: y en las organizaciones… ¿pasa lo mismo? Los procesos de cambio son habituales, en busca siempre de una mejora en la seguridad, la calidad o el desempeño, pero parece que siempre surgen obstáculos en el camino… En cambio, en las vacaciones o el tiempo libre, cambiamos de aires con total facilidad. ¿A qué se debe esta diferencia?

Desde la neurociencia, se puede entender mejor que ocurre en nuestro cerebro, y es que no le gusta el cambio, prefiere mantener rutinas. Cuando un cambio surge, el cerebro comienza automáticamente a comparar con lo ya conocido, gastando energía. Lo que el cerebro prefiere es ir en piloto automático sin ese coste energético. Esto, en ocasiones puede ocasionar una respuesta de rechazo, pero afortunadamente dada la neuroplasticidad de nuestro cerebro, las personas pueden adaptarse a los cambios, aprender… pero sólo si quieren hacerlo, no porque se lo impongan.

De ahí mi reflexión, en vacaciones, nosotros elegimos y queremos esos cambios. En una organización es fundamental presentar los cambios como oportunidades de desarrollo. El desafío para las organizaciones es hacer sentir a las personas partícipes de que se estén logrando avances, de esta forma querrán realizar esos cambios alcanzando objetivos y obteniendo esa satisfacción personal al lograrlos producida por la dopamina.

M.G.