¿Qué mejor manera de gestionar las emociones que hacerlo a través de la palabra? Hay muchas expresiones en las que se usa la palabra, “me queda la palabra”, “me dio su palabra”, “me lo dijo de palabra”…
En Martin Brainon usamos la palabra para transformar. En las organizaciones, fundamentalmente en la figura del líder, la palabra, las conversaciones que se tienen y se mantienen, generan y cambian la cultura.
Hoy, quiero usar la palabra para reivindicar el derecho a la queja. No hablo de quedarte en un estado de queja continua y aburrida, no, amigo, hablo del poder saludable, incluso terapéutico, que en algunas ocasiones tiene el quejarse, el verbalizar a través de la palabra aquello que te parece injusto, intolerable o, sencillamente, algo con lo que no estás de acuerdo.
Puedes soltar ese nudo que se te hace en la garganta y no permitir que te asfixie más y más. A veces, puedes dar un paso atrás para tomar impulso. Es parte del aprendizaje de la gestión de las emociones.
Por eso, hoy quiero quejarme de los abusones, de los matones de barrio que utilizan su fuerza para mofarse del que creen más débil como forma de superar su propia impotencia. Esos abusones que trasladan su poder a las empresas, y dificultan e impiden por todos los medios posibles que florezca la igualdad y la diversidad, incluso, la competencia honesta, o la posibilidad de que brinden a otros las mismas oportunidades que se le han podido ofrecer a él.
Me ha venido a la memoria una secuencia de la película Amélie, en la que el ayudante de la tienda de verduras va a entregar la compra al hombre de cristal y éste le anima a que encuentre palabras que rimen con el nombre del dueño de la tienda, un hombrecillo antipático y maleducado. Tras varios intentos, el repartidor se viene arriba y no puede parar de repetir “Collignon cebollón”, “Collignon… cara de león”, “Collignon cebollón, Collignon cebollón”.
Me quejo de los hombrecillos que necesitan imponer su criterio, utilizando su situación jerárquica de malentendida superioridad. Esos que tienen el ombligo tan grande que les impide observar las aportaciones de las personas que le rodean, y mucho menos, valorarlas. Si hay algo que me molesta más que la condescendencia, es el paternalismo.
¿Y si, en lugar de huir, algún día lucháramos contra los maltratadores que hay en algunas empresas? No me refiero a luchar desde el odio, el rencor y la queja. Me refiero a hacerlo desde una posición constructiva, positiva y colaborativa, que les desarme por completo. Hoy te animo a que identifiques a los Collignon que tengas en tu compañía y utilices la palabra de forma saludable. Quéjate de modo que puedas liberarte de todo aquello que te molesta, eso que estás rumiando en tu mente y te impide continuar, es importante que tengas en cuenta la gestión de las emociones en todo momento. Usa la queja de forma inteligente y te aportará un valor competitivo. Podrá ser parte de tu aprendizaje para fomentar una cultura constructiva en tu organización.
O.P.
Si quieres quejarte hoy, ponte en contacto en info@martinbrainon.com