¿El futuro es hoy?

La semana pasada se cumplió un año del fallecimiento de alguien muy querido para mí. Sólo tenía 22 años, toda la vida por delante. Una bellísima persona, con un futuro brillante. Tenía planes para el verano y había empezado a trabajar en una de sus pasiones. Fue una muerte inesperada, casi aleatoria.

Después de llorar la pérdida, sentirme arrasada y maldecir por la injusticia, resulta que la vida sigue, que el mundo continúa girando, y yo me sigo despertando cada día.

Por eso, siempre que ocurre algo parecido, inevitablemente me pregunto qué sentido tiene hacer planes a largo plazo, por ejemplo, ¿merece la pena tener un plan de pensiones, ahorrar para la jubilación?

En los procesos de coaching se suele preguntar al cliente cómo se imagina dentro de cinco, diez o quince años. Igualmente, las personas más optimistas inciden en que “mañana volverá a salir el sol”. Sin embargo, se sabe que el futuro es una construcción o proyección irreal, tal vez una suerte de probabilidades que hagan que mañana estés o no estés.

El futuro es hoyEn muchas empresas se planifica el futuro de los empleados, se hacen planes de carrera, a medio y largo plazo. Muchas personas planifican su vida, su boda, el nacimiento de cada uno de sus hijos, las vacaciones; los bancos conceden (o concedían) préstamos a veinte, treinta, incluso a cuarenta años; y cuando todo parecía estable, eterno e inmutable, aparece una crisis económica, ¿inesperada?, ¿imprevista?

Por otra parte, también he escuchado cómo me animaban, desde pequeña, a no dejar para mañana lo que pudiera hacer hoy, carpe diem y, uno de los emblemas de los hippies que se oía en los 70’ y me hacía tanta gracia: “vivamos el hoy intensamente, pues el mañana está lejos y el mundo puede arrepentirse”. Todo ello, junto con el bombardeo publicitario que me invita constantemente a “vivir como si no hubiera un mañana” o a “vivir como si cada día fuera mi último día”.

En este mar de incertidumbres, ¿dónde se encuentra el equilibrio entre el disfrute del aquí y el ahora, y la previsión para el mañana?

En fin. No quiero parecer pesimista, únicamente es que, a veces, sólo a veces, tengo dudas.

De cualquier forma, en el camino, mientras esto dure y siga despertándome cada mañana, sé que puedo al menos, hacer dos cosas. Puedo dejar mi destino en manos de un echador de cartas o de lo que me digan las líneas de mi mano o, por el contrario, tomar las riendas de mi vida y de mis decisiones con lo que tengo en cada momento. Hoy me inclino hacia la segunda opción, ¿y tú?