Gestión del Riesgo: Navegando a través de la percepción.

La gestión de los riesgos a los que nos exponemos diariamente, no es tarea fácil, pero si llega el momento debemos aprender cómo acortar distancias entre el riesgo real y el riesgo que percibimos.

Desde una experiencia personal quiero mostrar cómo nuestra edad, sexo, creencias u otros factores afectan a la hora de subestimar o, por el contrario, sobreestimar el riesgo.gestion del riesgo

Esta es una historia del agua, elemento impredecible y cambiante, que provoca riesgos, haciéndonos dependientes del contexto, donde gestionaremos lo inesperado, para velar por nuestra seguridad y ser dueños de nuestras emociones.

Desde muy pequeña, mi madre y yo pasábamos los veranos recorriendo el mundo, pero siempre, en crucero, una experiencia cómoda en la que sin tener que hacer y deshacer la maleta, recorríamos miles de kilómetros, y cada mañana respirábamos un olor propio de cada país.

Como he mencionado, yo era muy pequeña para ser consciente de todo lo que viví, solo recuerdo que cada verano era mejor, hacía nuevos amigos, compraba pasteles de cada ciudad y me los comía mientras fingía interesarme por el arte típico del lugar, un comportamiento que aprendía de mi madre y de su amor por la pintura, y que con los años me ha convertido en una fanática del lienzo.

Todo cambió el día en que una alarma estridente, nos despertaba y sacaba de los camarotes, la tripulación de nuestro pasillo nos dirigía al salón de actos, donde uno a uno, nos asignaban chalecos salvavidas y algún que otro recurso para combatir el pánico.

Recuerdo estar casi a oscuras y apenas poder ver a mi madre entre las tenues luces de emergencia, definitivamente algo pasaba, y podía notar el miedo en el ambiente.

Mientras la tripulación llevaba a cabo su protocolo de actuación, recuerdo ver a un hombre alto atravesar la sala, rápidamente mi madre lo señaló y me contó cómo, ese señor de blanco, manejaba el barco para llevarnos a todos los sitios que habíamos visitado y que, en este instante, estaba organizando a su equipo para llegar al día siguiente a San Petersburgo, una ciudad a la que era muy difícil acceder y por ello, habíamos parado en medio del mar, para esperar a que levantaran los puentes.

No fue hasta años más tarde cuando empecé a tener miedo a los barcos, nuestro incidente no afectó a mi percepción del riesgo hasta que aprendí qué riesgos corres cuando te enfrentas a un temporal en medio del mar.

Con esto quiero mostraros cómo, el riesgo que percibimos, no siempre es el que existe en realidad y, cómo gestionar a las personas puede, en muchas ocasiones, evitar enfrentarnos a un riesgo mayor.

En conclusión, el riesgo real y el riesgo que percibimos a lo largo de nuestra vida va variando en función de la edad y las experiencias vividas, pero no siempre debemos esperar a vivirlas para conocer las consecuencias.

A.E

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